Coincidiendo con la presentación del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica 2017-2020, la Unión Europea publicaba un documento titulado “Mission-oriented Research and Innovation in the UE: A problem-solving approach to fuel innovation-led growth”, redactado por la Dra. Mariana Mazzucato, profesora de Economía de la Innovación y del Valor Público del University College London, (por lo que ya se le conoce sencillamente como el “Informe Mazzucato”). En este informe se sintetizan nada menos que las propuestas que marcarán el diseño del próximo programa marco de I+D+i de la Unión para el periodo 2021-2027, el recientemente bautizado Horizon Europe.
La razón principal por la que la Comisión Europea se toma tanto tiempo en planificar un marco regulatorio que no entrará en vigor hasta el 1 de enero de 2021, es porque se avecinan cambios de mucha importancia. Y son esos los cambios que se explican en el Informe Mazzucato y que, desde su publicación en Febrero, no parece que haya tenido mucho eco en nuestro país. No entramos a valorar aquí la idoneidad o no del modelo propuesto, algo que requeriría un análisis mucho más profundo y que debe esperar a que los detalles del modelo estén más definidos. Pero sí que creemos imprescindible animar a la comunidad científica en España a que preste atención y participe del debate.
Para entender de qué trata la magnitud del cambio hay que explicar, brevemente, cómo se organiza en grandes rasgos un programa marco. Básicamente, los programas marco diseñan las prioridades y los instrumentos para la financiación de la I+D+i. El gran público está familiarizado más o menos con las diferencias entre investigación básica (movida por la búsqueda de conocimiento sin un objetivo práctico concreto) y la investigación aplicada (diseñada para resolver un problema preciso en un marco controlado). Esta ha sido durante años la mayor línea divisoria en la política científica. Y hay que entender que mientras la necesidad de una investigación aplicada es evidente para el observador externo, los grandes avances del conocimiento suelen provenir de la investigación básica. La investigación aplicada se centra en el problema presente y por ello no cuenta con la oportunidad que existe en la investigación básica de avanzar con los problemas futuros.
Decidir dónde poner el dinero es la principal tarea de los políticos, y para ello cuentan con el asesoramiento de ingentes cuerpos técnicos de funcionarios y la posibilidad de consultar expertos externos. Tradicionalmente los presupuestos se repartían por áreas: Ciencias Físicas, Químicas, Biológicas, Ingeniería de la Construcción, de Caminos, Informática, Historia, Sociología etc. A cada una se le asignaba un presupuesto en función de los intereses político-sociales. Los organismos de investigación, y sus investigadores individuales competían después por esos fondos a través de convocatorias públicas.
Este era el modelo general, pero desde siempre ha existido otro modelo, el de la ciencia dirigida. En la ciencia dirigida, el patrocinador determina los objetivos finales y construye/financia en función de ellos la estructura de investigación que necesita para llevarlos a cabo. Es el modelo usual en la investigación empresarial pero también tiene ejemplos de interés público, el más mencionado es el del Programa Apollo que concertó enormes fondos para financiar equipos científicos multidisciplinares que colaboraron para lograr el objetivo final: poner a un astronauta estadounidense en la Luna.
La coexistencia de la ciencia dirigida y no dirigida, como la de la básica y la aplicada ha sido siempre convulsa. No pretendemos entrar en un debate de fondo porque ciertamente ambos modelos tienen sus pros y sus contras. Pero lo que sí queremos llamar la atención es que el Informe Mazzucato supone un hito en la evolución de la política de la UE hacia la ciencia dirigida.
El actual programa marco, Horizonte 2020, ya superó la distribución de fondos por áreas por una clasificación que se denominó de “Retos de la Sociedad”. Estos desafíos, con nombres pomposos y genéricos como “Energía Segura, Eficiente y Limpia” rompían la anterior arquitectura para fomentar el desarrollo de investigación multidisciplinar, aunque interiormente estaban organizados en las ya familiares convocatorias de proyectos de investigación. El Informe Mazzucato va un paso más allá y abandona los Retos por Misiones claramente definidas del tipo “Conseguir 100 ciudades europeas neutras en carbono para 2030”. Claramente este objetivo es asequible desde muchos puntos de vista. Su consecución requerirá no sólo de investigación multidisciplinar, sino que además será necesaria la implicación del tejido empresarial y de la sociedad civil. Y aunque investigadores y representantes de la UE, Comisión y Parlamento, estiman que el monto presupuestado no es suficiente, supone un incremento de más del 25% respecto Horizon 2020.
Ese objetivo es precisamente uno de los mayores inspiradores del cambio de modelo. La UE quiere que su inversión en I+D+i se traduzca en cambios y en crecimiento económico. Algo que la parecer no estaba ocurriendo, ya que desde Bruselas se entiende que se premian indicadores estériles como la elaboración de artículos científicos que generan un sistema de negocio (el de las revistas científicas) que no ofrece réditos sociales.
El modelo de misiones también abandona parcialmente el sistema de proyectos por el de “cartapacio” (portfolio). Como cada misión puede ser abordada desde diversos puntos de vista, el sistema no quiere abandonar la capacidad de iniciativa de los investigadores, pero la acotará, de manera que la financiación no vaya ligada a los resultados de la investigación sino a la contribución a la solución final de la misión. Por seguir con el ejemplo anterior, un grupo puede estar obteniendo grandes descubrimientos científicos en la generación de sumideros de CO2 pero si otro cartapacio muestra que la adopción de mecanismos informáticos novedosos puede incrementar la capacidad del transporte público reduciendo las emisiones totales del tráfico, el dinero se redireccionará a la parte más factible.
El modelo de misiones inducirá cambios radicales en la organización de los sistemas de I+D+i. Se requerirán mayores colaboraciones entre laboratorios de distintas áreas, a un nivel tan extremo que probablemente la actual arquitectura temática de los centros de investigación quede obsoleta. El informe deja claro la importancia de la coordinación de los esfuerzos investigadores con la sociedad civil, no sólo empresas sino asociaciones de vecinos, de pacientes, de agricultores etc. Para ello los organismos deberán dotarse de unas estructuras que ahora mismo ni se imaginan.
En lo que se refiere a la investigación y a la administración pública españolas, 2021 es prácticamente mañana y nunca al mismo tiempo. Los cambios de políticas europeas acaban permeando a las políticas nacionales (el Informe Mazzucato espera que la estructura de las misiones se adapte en los estados miembros), así que habrá que pasar por el aro. Para ello habría que prepararse y en nuestro país presentamos el Plan de Investigación 2017-2020… en enero de 2018. En su momento, ya advertimos de que el documento nacía caducado y con un simple carácter reactivo y no proactivo. Aún así, en Ciencia con Futuro (como muchos otros agentes sociales) quisimos contribuir con nuestras alegaciones al texto del borrador del último Plan Estatal. Como es desgraciadamente típico en nuestro país, ni recibimos acuse de recibo de nuestras alegaciones ni, visto el texto final, parece que nadie se tomase la molestia en leerlas. Es enormemente frustrante que, mientras la UE planifica a diez años vista, España esté aprobando planes estatales trienales con un año de retraso.
España debe prepararse ya a todos los niveles para los cambios del próximo programa marco. No bastará sólo con alinearse y diseñar nuestras propias misiones. Es necesario repensar de una vez el sistema de OPIs nacional (incluyendo universidades, IISs, etc.) para permitirles tener ese carácter abierto y multidisciplinar. En este sentido, no queremos dejar de señalar que se vislumbran cambios en el CSIC, aprovechando la llegada de Rosa Menéndez a la presidencia, que incluyen una reestructuración de las áreas de conocimiento y el desarrollo de “plataformas interdisciplinares de colaboración”. Dichos cambios podrían estar relacionados con la preparación del organismo para la implantación del Informe Mazzucato en el próximo programa marco, aunque no tenemos confirmación de que realmente sea así. En cualquier caso, es necesario fortalecer nuestros propios mecanismos de investigación no dirigida. La UE no piensa tocar el sistema de su buque estrella: el ERC seguirá financiando investigación básica no dirigida de excelencia porque la Comisión sabe que es allí dónde se definirán los temas de interés de pasado mañana.
España carece de un esquema claro para la financiación de las distintas modalidades de la ciencia. Ahora todo está mezclado en nuestro burdo intento de adaptarnos al sistema de Retos sin perjudicar los intereses creados. Pero la creación de la Agencia Estatal de Investigación debería ser un primer paso para adoptar un sistema público profesional, eficiente y útil socialmente de financiación de la ciencia.
Todo ello si contáramos con financiación suficiente, claro.