Uno de los principales problemas que encontramos en el sector científico, que no pasa desapercibido para nadie, es la auténtica desmovilización que padecen sus filas cuando este colectivo (científicos, técnicos, personal en formación) es azotado por el ninguneo de las instituciones: Recortes en presupuesto, redistribución de fondos, suspensión de ayudas, eliminación de contratos… Que muchos grupos de investigación han sido prácticamente desmantelados por las políticas de nuestros últimos gobiernos es algo absolutamente cierto, cientos de líneas de investigación detenidas, y miles de investigadores que han abandonado el país para muy probablemente, nunca regresar. Pero también es evidente la increíble pasividad de la sociedad ante los mismos, y especialmente, del sector científico, que parece aceptar las políticas como una suerte de ‘fenómenos meteorológicos’ que no dependen de nadie, son azarosos, que se irán como han venido y que lo mejor es no moverse demasiado para no caernos del barco en mitad de la marejada.
En mi opinión, este fenómeno tiene un origen múltiple, pero principalmente, el agente ‘desmovilizador’ puede explicarse en que la salubridad del sector científico, a día de hoy, no es un problema político.
A lo largo de la crisis hemos presenciado eventos sin parangón, en la que muchísimos problemas que antes eran únicamente de la vida privada de las personas y para nada la sociedad los sentía como un problema colectivo, se presentan hoy como un problema social, y no individual. Pensemos en los desahucios. Siempre ha habido desahucios en España, pero constituían un marcaje social para el individuo que los sufría, una vergüenza, una humillación para sí y los suyos, pero que no transcendía de la esfera privada. Años más tarde, y gracias a la incansable lucha de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, el 15M, y colectivos afines, se ha conseguido dotar al problema de una nueva identidad: ya no es un problema mío, o de mi vecino, es un problema social, un problema que nos afecta a todos, y una realidad a la que hay que enfrentarse. En definitiva, han logrado convertir un problema individual, en un problema político. La culpa ya no era tanto del desahuciado como de un sistema que ha permitido y sigue permitiendo que esta situación se dé. El desahuciado ya no se avergüenza de su condición y defiende su dignidad ante una ciudadanía que ha entendido quienes son los verdaderos culpables. Este ejemplo de la PAH, muy ilustrativo, puede extenderse a gran cantidad de movimientos sociales como la marea blanca (sanidad), la marea verde (educación), la marea naranja (servicios sociales) o el 15M (no somos mercancía en manos de políticos y banqueros), que tienen como punto en común haber logrado convertir en problema político algo que antaño no eran más que números en los Presupuesto Generales del Estado. La sociedad siente que cuando se toca la educación, la sanidad, o las pensiones, está siendo tocada la sociedad en sí misma, siente los recortes en su propio cuerpo y en su propia identidad, evidentemente se vuelca para defender lo que considera suyo. Si nos tocan a uno, nos tocan a todos.
¿Y qué pasa con la Ciencia? Pues que nosotros, los colectivos que nos agrupamos en torno a la defensa de la Ciencia e I+D+i, no hemos logrado los mismos objetivos. Bien es cierto que, por asuntos mundanos, todo el mundo necesita un médico, una escuela, y una vivienda, pero no todo el mundo necesita a la ciencia…¿o sí? ¡Claro que necesitan a la ciencia! El único problema es que no lo saben, y es absolutamente nuestro deber, el de los científicos por un lado, y el de los colectivos movilizados por la ciencia por otro, el lograr que la ciudadanía tenga muy claro que sin ciencia no hay futuro. Tenemos el objetivo de lograr que los ciudadanos sientan los recortes en ciencia como suyos, los identifiquen como un verdadero problema, les duelan, se indignen, y salgan a la calle a rechazarlos. Porque no es un problema de nuestro colectivo, es un problema social, que afecta a nuestro talento que ha de exiliarse, a nuestra capacidad de innovación, a la calidad de nuestras universidades y por supuesto, al empleo.
Vivimos rodeados de innovación científica. No hay más que salir a la calle y ver la cantidad de personas de 80 años que pasean a nuestro lado, algo impensable hace unas décadas. Las telecomunicaciones que permiten internet, smartphones, innovación en medicina, nuevos medicamentos para nuevas (y viejas) enfermedades, antaño sinónimos de muerte prematura, son hoy historia, gracias a la investigación científica. Nuevos materiales que nos hacen la vida más fácil, desde las lentillas de los ojos hasta nuestras prendas de vestir ‘sintéticas’, nuevas fuentes de energía para el futuro… La investigación e innovación científicas son fundamentales porque genera valor añadido de forma más eficiente que la mayoría del resto de áreas. Nos dicen constantemente que para ser competitivos hay que ‘’trabajar más y cobrar menos’’ lo cual sólo es cierto si aceptamos que nuestro modelo productivo no puede cambiar. Para configurar un nuevo tejido productivo es sobre todo necesaria voluntad política, algo que nuestros gobernantes no están dispuestos a asumir, atrapados en una espiral de cortoplacismo que hace imposible al país reinventarse a medio plazo. De hecho, el poco y precario empleo que se está creando en los últimos meses lo hace en los sectores de siempre: inmobiliario, construcción, servicios administrativos y turismo.
No es posible el cambio si no está articulado junto a un sistema de I+D+i fuerte y estable, dónde los trabajadores no nos veamos obligados a emigrar y puedan desarrollar su talento y formación en nuestra tierra. Además, la investigación tiene el potencial de modificar el tejido productivo del entorno a medio plazo, mediante la transferencia de conocimiento entre Universidades-Organismos Públicos de Investigación-CSIC y empresas. Haciendo de la I+D+i una prioridad nacional estamos haciendo política no cortoplacista, apostando por un país mejor más allá de los 4 años de una legislatura, apostando de verdad por las generaciones que vivirán detrás nuestra y asegurándonos mayor competitividad internacional sin necesidad de recurrir a recortes salariales. No es posible el cambio si no hace a sus ciudadanos protagonistas del mismo, también en nuestro sector. Centenares de PYMES no apuestan por la investigación en España porque, a la poca cultura científica que hemos desarrollado en este país (¡que inventen otros!) se suma la poca vocación de construir un nuevo tejido que haga a estas PYMES protagonistas del cambio. Aumento de subvenciones a PYMES que decidan investigar, cursos de formación sobre la utilidad presente y futura que aporta la I+D+i, incentivos de todo tipo para motivar a estas empresas a cambiar su forma de enfrentarse al futuro, son sólo algunas ideas que podría aportar cualquier gobierno. Cualquier gobierno, claro, que no se conforme con que sigamos siendo las playas y los bares de Europa, en lugar de su motor económico.
Parece poco, pero es muchísimo. Los países ricos no invierten mucho en ciencia porque son ricos, son ricos porque la inversión en I+D+i no ha dejado nunca de ser su prioridad.
¿De verdad nos parecen pocos motivos? El sector científico tiene que quererse y valorarse más a sí mismo, salir de su entorno cuando la situación lo requiera y contar a los ciudadanos que sin ciencia no hay bienestar, que sin ciencia, no hay futuro. Tenemos la obligación de aprovechar la ventana de oportunidad que tenemos ante nosotros para ayudar a construir una ciudadanía a la que no sólo le duela la educación, sanidad, o las pensiones, sino que sienta la ciencia como suya, como uno de los distintivos del desarrollo de un país, que se sientan orgullosos de ella y salgan a defenderla cuando desde las élites promuevan el ataque frontal al que está sometida. Convertir lo que es un problema de un pequeño sector desmovilizado en un problema político, que atañe a todos los ciudadanos, y que solo construyendo conciencia desde abajo lograremos visibilizar lo suficiente. Es un paso indispensable para lograr una sociedad comprometida, próspera y consciente de sus capacidades.
Julio Rodríguez Lavado (@JulioRLav)
Investigador Predoctoral
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No creo que haya pasividad en el sector científico frente a los recortes ni que “aceptar las políticas como una suerte de ‘fenómenos meteorológicos’ que no dependen de nadie”. Estoy muy de acuerdo contigo en que los mismos científicos deberíamos hacer más, sobre todo para concienciar la sociedad “no científica”. Es cierto que nos cuesta comunicar y transmitir la importancia de nuestro trabajo si este no está especialmente dedicado a encontrar la vacuna para la enfermedad X. Pero afirmar que hay pasividad especialmente en el sector, me parece ofensivo para todos aquellos que dedican grandes esfuerzos a ello en Asociaciones varias, revistas, tantísimos blogs o incluso programas de televisión. Quizás sea porque esta lucha es más silenciosa, desde despachos y no en la plaza del sol.
Más allá del papel práctico de la ciencia y tecnología, también hay que tener en cuenta que la investigación científica es una fuente de generación de conocimiento. El avance en la ciencia, como en todas las ramas del saber, también es muy importante para el avance de una sociedad.
Siempre es lo mismo, recortes aqui y allá, yo pensaba que a la ciencia le dan un poco más de importancia, pero resulta que no. Ni a la ciencia, ni a la educación, ni a las artes, los politicos sólo quienen hacer banquetas y darse jugosos aguinaldos. México con tanta gente talentosa que se desperdicia o tiene que irse del país.
como profesional son el sector mas dinámico y creador de la sociedad, todo el producto de su trabajo es valorado y aprovechado en todas las actividades productivas de la sociedad, la ciencia se debe emplear para el mejoramiento y conservación de toda la naturaleza, con todo lo que habita; que los científicos deben reivindicar espacios de labor, es correcta la organización de este gremio, como sujetos y producto de una sociedad de clases, repoden a estos interese…
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