Mucho ruido mediático, político y sindical se está dando en las últimas semanas alrededor de la presentación del anteproyecto de nueva Ley Orgánica del Sistema Universitario. Tanto es así que, cualquiera que esté vinculado a una universidad estará ya curado de espanto de comunicados constantes sobre nuevas modificaciones acordadas o exigidas al borrador del ministro Castells.
Cuestión de prioridades
El anteproyecto no está teniendo buena acogida entre el colectivo docente e investigador. Mala cosa es cuando un ministro “independiente” se ve sin ni siquiera el apoyo de los colectivos que le recomendaron para el puesto.
Pero, en la mejor tradición de este “Juego de Tronos” que es la universidad pública española, casi todo el ruido y el movimiento se ha centrado en los mecanismos de elección rectoral. La universidad española es una estructura de poder inmensa porque el equipo rectoral cuenta con una amplísima capacidad para repartir recursos y consolidar las sagas endogámicas de los departamentos (o romperlas, si aparece una división). Mucho poder para un cargo elegido por el último residuo de voto censitario que nos queda tras los siglos XIX y XX. Recordemos que el voto del estudiantado, PAS o PDI vale lo mismo para elegir a la presidencia del gobierno, el ayuntamiento de su municipio o cualquier otro cargo público… menos el rectorado de su universidad. Para elegir esta institución no toda persona concernida es igual, el “estatus” y la “calidad” de cada persona viene predeterminada para garantizar el control del profesorado a través del mal llamado voto ponderado. Luego hay quejas de que el estudiantado no participa en el sistema universitario, pero nunca se escucha lo que ellos tienen que decir sobre el asunto.
En CCF hemos podido leer, y releer, el anteproyecto publicado a principios de septiembre. Sin saber aún cómo acabarán estos “Juegos del Hambre”, sí que creemos acertar en que esta nueva ley no servirá para cambiar las deficiencias de nuestro sistema universitario porque ni reconoce ni aborda las causas de ese declive.
El origen de la tragedia
En su exposición de motivos, la LOSU se “viene arriba” y afirma que dará respuesta a cuatro elementos:
- la norma persigue impulsar una Universidad de calidad, accesible, equitativa e internacionalizada.
- promover una Universidad productora de conocimiento, que esté al servicio de la sociedad y contribuya al desarrollo económico sostenible.
- garantizar que los recursos humanos y financieros del sistema universitario son adecuados y suficientes para el cumplimiento de sus funciones.
- asegurar una Universidad autónoma, democrática y participativa.
Pero en sus casi 80 páginas y más de un centenar de disposiciones no aparece la palabra “endogamia”. Como pasaba con Lord Voldemort, el que pronuncia su nombre queda marcado. Y la universidad española no es un espacio donde uno pueda expresarse con tranquilidad.
Si no mencionamos el problema de la endogamia, si no lo reconocemos, si ni siquiera sabemos cuántas personas no han accedido a la carrera docente a pesar de llevar años acreditados por la ANECA e incluso teniendo el famoso certificado I3 que tanto se promociona en este anteproyecto (y que el ministerio se ha demostrado incapaz de resolver su propia convocatoria de diciembre 2020 a estas alturas de año)… ¿cómo podemos pensar en soluciones? En ámbitos académicos se tiene la sospecha de que muchos candidatos, los endógamos, pasan poco tiempo entre su acreditación y consolidación de su la plaza, pues la plaza se crea y convoca sólo cuando ellos obtienen la acreditación. El resto se puede acreditar, pero eso sólo les da la opción de presentarse a concursos. Sin padrinos, es un ejercicio fútil.
Evidentemente aquí la LOSU sigue viviendo en la negación de sus predecesoras.
Profetas en su tierra
Artículo 2.i) La selección, formación y promoción del personal docente e investigador y técnico, de gestión y de administración y servicios, así como la determinación de las condiciones en que han de desarrollar sus actividades y las características de estas.
Tras 40 años de endogamia creciente, sabiendo que en todos los campus se mueven partidas de ajedrez para sacar “la plaza de Fulanito” a cualquier precio, ¡cómo es posible considerar que la autonomía universitaria es permitir la co-optación de los miembros de los cuerpos docentes a través del clientelismo y el “yo me rasco, tú me rascas”! Una universidad pública de calidad requiere que la autonomía universitaria no sea un ejercicio arbitrario que siga consolidando el escolasticismo de las actuales plantillas endógamas.
Se podría pensar que el artículo 58.3 que desarrolla este punto e indica que la mayoría en las comisiones de selección ha de ser externa aborda este asunto. Pero este es un punto reciclado de la legislación actual y que se ha demostrado fracasado. Y si no queda claro, el artículo 58.7 indica que “El proceso podrá concluir con la decisión de la comisión de no proveer la plaza convocada.” No sea que la persona candidata propia caiga enferma y haya que darle la plaza a una forastera. Y no se molesten en reclamar nada, que para eso está el artículo 60 para determinar todo un sistema de reclamaciones en el que ya no hay participación externa a la universidad reclamada. La ropa sucia se lava en casa, y se deja sucia.
Endógamos con experiencia internacional
Los/as más inocentes se creerán aquello de que se va a exigir experiencia internacional para poder acreditarse a Titular de Universidad. Y este punto se ha publicitado con saña. Pero esa experiencia internacional, artículos 56 y 71, se cifra en ¡nueve meses! Y no tienen que ser ni siquiera seguidos. Cualquier persona que se haya dedicado a la investigación sabe que nueve meses seguidos no son suficientes para realizar una actividad relevante (ni siquiera dominas el idioma local por entonces). No hablemos pues de dividirla en varias estancias, que tendrán más de turismo que otra cosa.
Desde CCF creemos en el valor que da la movilidad, un punto muy ausente en nuestras universidades. Esa movilidad puede ser internacional, pero también interdisciplinar o entre el sector académico y empresarial. Creemos que, además, incluir la investigación internacional como un requisito señala, una vez más, el postureo de la mal llamada “excelencia”. Para luchar contra la endogamia no bastan nueve meses. Y para hacer investigación puntera no hace falta irse fuera de nuestras fronteras. Lo que sí creemos que es relevante es exigir a los/as candidatos/as que demuestren completa independencia con la universidad contratante (en un periodo inmediato a la contratación). Un/a nuevo/a Profesor/a no ha de ser visto como alguien que le haga de “manos” al Catedrático/a que parte el bacalao en un Departamento.
¿Cómo se puede hacer? Básicamente como hace el European Research Council: la persona candidata debe mostrar un recorrido de publicaciones independiente del departamento dónde realizó la tesis. Esto es, sin que firmen las/os directoras/es y/o colegas del laboratorio de origen. En muchas disciplinas lograr eso implica años de investigación, y garantiza la exposición del futuro docente e investigador a nuevos campos de estudio, técnicas y culturas investigadoras. Este cambio de óptica permitiría además valorar la proyección internacional de las candidaturas, sus redes de posibles co-autores distribuidos fuera de España (número de publicaciones, impacto de las mismas etc.).
Si hubiera que pensar en requisitos adicionales para demostrar la internacionalización, sería de agradecer que más que nueve meses en el extranjero repartidos entre varias estancias, se pidiera la maestría en el manejo de una lengua extranjera.
Pero es que tan revolucionaria propuesta queda pospuesta inmediatamente hasta tres años tras la adopción de la ley. ¿2025? ¿2026? Como si en este país una normativa durara tanto tiempo antes de ser nuevamente reformada. Y sin ocultar que, para entonces, se habrá dado casi en su totalidad el “gran reemplazo” de los actuales funcionarios sexagenarios por una nueva hornada de endógamos que ya se encuentran al acecho.
No es tan complicado si se habla claro
Desde CCF creemos que ha llegado el momento de plantar cara a la consolidación de la endogamia universitaria, con la implantación de unos principios sencillos:
- Las plazas de Profesor/a Titular vacantes en todas las universidades se deben agrupar por área de conocimiento y salir a un concurso único una vez cada año. La comisión de selección estará formada por sorteo entre las universidades que no oferten plazas ese año. De esta manera las candidatas más puntuadas elegirán a qué universidad quieren ir (y no al revés). Como el artículo 3 bien indica (“La autonomía universitaria garantiza la libertad de cátedra que se manifiesta en la libertad en la docencia, la investigación y el estudio.”) no debe permitirse el perfilado de las plazas en función del pasado profesional de las candidatas.
- Sabemos que las vacantes no se producen siempre de manera ordenada. Por lo que los mecanismos actuales, ciertamente algo más veloces, servirían para nombrar interinas/os para el curso académico en vigor y el siguiente. Al final de ese año la plaza se incluiría en el concurso general.
- La acreditación requerirá demostrar la independencia de la candidata sobre el grupo en el que realizó la tesis doctoral a través de contratos con otras instituciones que hayan dado resultado publicaciones en las que no figure nadie del departamento de origen, valorándose especialmente aquellas que acrediten la internacionalización de la candidata.
- Para el Profesorado Ayudante Doctor se elimina el requisito de acreditación. En contra de lo que parece, esto no favorecerá la movilidad y la mixidad sino que incrementará el control caciquil sobre la primera etapa de la carrera universitaria. Creemos que la mejor manera de solventar esto es generar un modelo ágil y objetivo de oposición siempre a escala regional o nacional que permita la ordenación de los candidatos de manera que sean ellos los que elijan en qué Departamentos Universitarios desean ejercer su labor. Recordemos que el PAD no puede ser un sustituto de un postdoc, es un puesto docente que antecede y limita en sí mismo el acceso a los puestos de profesor/a. Por lo que no puede estar ligado a las necesidades de los grupos ya presentes en los departamentos. Si las universidades necesitan postdocs, que compitan por los esquemas que ya existen o consigan que les financien un programa investigador que no genere privilegios de cara a la carrera docente.
Como fichas de dominó
¿Y todos los demás temas que ahogan a la universidad? Sinceramente, aún siendo importantes, creemos que en muchos casos las inercias que corrompen los procesos de elección de los cargos, que imposibilitan la movilidad y la internacionalización de las universidades etc. beben de su naturaleza carcomida por la endogamia. Si conseguimos atajar ese problema de raíz, observaremos como el resto se atenúa en los próximos años. Y entonces sí se podrán diseñar políticas específicas y eficaces que los atajen.
Con todo, sí que creemos que es necesario revisar el artículo 10.4 sobre los estudios de doctorado. En múltiples ocasiones desde CCF hemos defendido que en un país dónde menos de la mitad de las/os doctoradas/os prosiguen una carrera académica, es necesario valorizar específicamente sus competencias y capacidades en el mundo profesional. Esta LOSU ignora totalmente este problemón.
Por último, llama la atención que las tesis doctorales queden fuera de los compromisos de acceso abierto a la ciencia (artículo 49). ¿Qué teme el ministerio? ¿Que si todo el mundo puede leer las “tesis doctorales” de nuestras élites (y de algún profesor endógamo) nos encontremos con plagios burdos de conocimientos de otros/as? Claro, si eso pasara… habría otro problema que atender.
Mucho, mucho trabajo aún por delante para esta LOSU.
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